domingo, 11 de mayo de 2014

Sexta Carta

Querido amigo,

miles de tanques grises manchaban el cielo azul. Avanzaban, se deslizaban tranquilamente a una batalla que no podían ganar. Los Alpes, una trinchera infranqueable. ¡Qué triste batalla! De las montañas corrían ríos de blanca sangre. Las gotas, eran metralletas. Los rayos, potentes cañonazos. Los truenos, cuerpos derrumbados. El único objetivo la muerte. Las víctimas eran pocas. Una sola me importaba, era inocente, ajena a aquella violencia.
Ya me decía yo que algo pasaba esa mañana. Llegué justo a tiempo a clase. Que silencio y que nervios se respiraban en el aire. Al principio no sospeche de nada. Toc, toc, toc. Se abrió la puerta. Un chico. Que no conocía. Con los ojos rojos. Silvia se levanta. Una mirada entre ellos bastó. Ella se sorprendió de la intensidad de su propio llanto. No le importó y a nosotros tampoco. Cogió sus cosas tan bien como pudo y se fue dejándonos todos de piedra. Entonces lo entendí. Se me hizo un nudo en la garganta, se me entumecieron los ojos. Empecé a sudar de las manos. El profesor sorprendido dijo:

 ¡Bueno! Madame Bovary fue escrito por Flaubert...

Nadie le escuchaba, nos mirábamos las caras y la violencia de aquella situación nos trajo recuerdos a todos. Pero Carla no pudo contenerse. Intentó no recordar pero los sentimientos de un pasado que podría haber sido escrito por Flaubert eran demasiado fuertes y sofocada, salió de clase. Alex la acompañó. Me habría gustado salir de allí yo también. Aquél fúnebre silencio me ponía enfermo. Debería haberlo hecho. Debería haber salido a consolar a Carla. Fui cobarde.
En el patio todo silencio. Se soltaron globos en su nombre, se cantó una canción en su nombre. Silvia, su mejor amiga, no la vimos en toda la semana. Admito no saber quién era hasta haber visto su foto. No importaba, podría haber sido cualquiera. Era del instituto y eso bastaba. Todos decían que estaban bien. Cuándo me lo preguntaron a mí dije que no.

- ¿Por qué os obstináis a mentir cuando todo el mundo sabe que no estamos bien? – Dije.

Asintieron y no lo volvieron a preguntar a nadie.

Han pasado tres meses desde entonces. Yo aún no amaba a Carla como la amo hoy pero me pregunto si seré capaz algún día de traer la luz a su vida.

Hoy ha habido tormenta.


Con cariño, David

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